PLAN DE TRABAJOS FORZADOS:
ISLA DE PINOS
I
un día gris de bayonetas.
Entraron dando culatazos
abrían como amapolas las carnes rojas.
Machacaron los cráneos.
A Ernesto* lo asesinaron
con bayonetas y a patadas
su cuerpo rodó por el silencio
de su boca ya nada
la sangre hecha pétalos
de rosas oscuras
salía a borbotones inauditos.
La cabeza era un amasijo – grito
de cabellos y huesos pegajosos
lo arrastraron por las piernas
bajo la escaleras rítmicamente
cráneo
a
cráneo
y a patadas volvieron a golpearlo
a patadas.
Nuestra impotencia les excitaba
pisoteaban la vida y los quejidos.
Se fueron mientras la sangre anochecía.
Al amanecer volvieron
cuando las palmas despertaban
el odio reforzado y fresco.
Nos dividieron en cuadrillas
vigilaba con su avidez de carne
la alambrada.
Fuimos obligados a subir
-a culatazos siempre-
a los camiones rusos que esperaban.
Enfermos
descalzos y agotados:
así comenzó el trabajo esclavo
para los presos políticos cubanos.
junto a los pinos verdes y profundos
desembocaban las aguas albañales.
Era una zanja espesa
incapaz de reflejar el cielo
negra de excrementos.
Allá nos empujaban
-a culatazos siempre-
allí nos sumergían
entre borbotones de mierda
y tragábamos hasta la asfixia
el agua viscosa fétida y amarga…
Desde las orillas
nos golpeaban con palos
o apedreaban…
los pinos callaban silenciosos.
doce horas de trabajo obligatorio
con sudor
bayonetas y patadas.
Pasaba el cielo azul
a lo largo de la montaña quieta
sobre una leyenda verde oro
de pinos y piratas…
Isla de Pinos
Siberia de América.
Nuestra sangre abonó los toronjales
por eso algunas toronjas son rosadas.
Los presos políticos cubanos
en un fila de silencio larga.
Soplaba negro el viento de la tarde.
Un cordón de odio comunista
con fusiles y muerte vigilaba.
Voló su sombrero estremecido
el** Salió dos pasos a buscarlo
cuando un chorro
de balas luminosas
atravesó su espalda
Se desplomo con el Sol
como si la tierra lo esperara.
Callaron los pájaros sus trinos
su sangre abono los toronjales
por eso algunas toronjas son rosadas.
las fiebres doblaban las rodillas
las manos destrozadas
y el golpe constante o el bayonetazo
en las espaldas.
Nos obligan
-a culatazos siempre-
a desnudarnos y a trabajar así
para que nos devoraran
los mosquitos.
A veces
la sangre tibia
de las heridas
formaba pegotes en el pelo
en los hombros
en los muslos
y los mosquitos
se lanzaban codiciosos
como moscas a la miel.
Allí enloquecieron Alberto,
José Ernesto, Pedro y otros…
las cuadrillas de esclavos cabizbajos:
Yo era uno de ellos
con el mismo terror cotidiano.
Regresar vivo y sin ser golpeados
era el sueño único
que vagaba en todos.
El incesante transcurrir de horas
nos hacía sentir cerca
la salvación del día.
Los minutos dilatados y lentos
caían como gotas de sangre.
Un día más… uno menos…
una tortura concluida
y otra que comenzaba.
Plagas
golpes
piernas destrozadas
por las fauces de los perros.
Abiertas en tajadas rojas las carnes
por las bayonetas
o en flores oscuras por las balas.
El sudor y el cansancio enfermo
y la púrpura viscosidad de miel
de la sangre moribunda.
-a culatazos siempre-
frente a los potreros abandonados.
Había que limpiarlos
arrancar las hierbas malas
y los espinos
con las manos desnudas.
Como plaga de langostas agonizantes
íbamos avanzando
entre golpes y quejidos
las manos sanguinolentas
llenas de fiebre
anochecidas de aliento
agotadas…
** Diosdado Aquit Manrique. Fue asesinado como relata el autor en los campos de trabajo, el 17 de diciembre de 1966.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario