A ESTEBITA
Hace tiempo
que me resuena en la memoria
la muerte de Estebita*
han pasado cientos de eslabones desde entonces
pero su recuerdo nunca duerme
y de cualquier desconocido cementerio
se levanta del polvo atardecido
como un grito de luz
de vida y de muerte.
Tras la tapia ciega de su reja
noche por noche
infatigablemente nos contaba
un viejo filme del oeste
una novela misteriosa
o una historia de amor improvisada.
Durante varias horas
nos hacia olvidar
el dolor de los golpes
la angustia
el hambre insatisfecha.
Pero su figura menuda y enfermiza
no pudo resistir los experimentos
y una tarde para no amanecer
se durmió su voz en el silencio.
Lo mataron de hambre y desnutrición.
Cuando los familiares para sepultarle
reclamaron el cuerpo
las autoridades les dijeron
que ese preso
no había cumplido su condena
y el cadáver por lo tanto
era de ellos.
Y no se supo nunca
Donde enterraron a Estebita.
Por eso
su recuerdo se levanta
de cualquier desconocido cementerio
del polvo de nuestros caminos
de estos dolorosos
caminos de preso.
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