Diario Las Americas
Publicado el 25 de septiembre del 2009
Por Armando Valladares
El Palacio de Itamarati, la cancillería brasileña otrora reconocida por su habilidad, tacto e inteligencia, contribuyendo a crear un inédito “gobierno paralelo” prochavista en su embajada en Tegucigalpa, empujó al “moderado” presidente Lula al ojo de un imprevisible huracán, lo cual, ante Dios y ante la Historia, lo hace responsable directo por lo que pueda acontecer en Honduras.
El Palacio de Itamarati, la cancillería del “moderado” presidente del Brasil, Sr. Lula da Silva, al autorizar el ingreso a su embajada en Tegucigalpa del depuesto presidente prochavista Zelaya como “huesped”, y no como “asilado”, se involucró en los asuntos internos de Honduras de la manera más brutal y menos diplomática posible. Contribuyó de esa manera a crear en Honduras un inédito “gobierno paralelo” prochavista, bajo el amparo de la extraterritorialidad.
Tal como advierten analistas brasileños, la diplomacia de Itamarati, otrora reconocida por su habilidad, tacto e inteligencia, acaba de empujar a Lula, tal vez inadvertidamente, al ojo de un imprevisible huracán que puede afectar el perfil de “moderación”, “conciliación”, “diálogo” y “espíritu democrático” que ha estado esgrimiendo en los últimos años. Y, sobre todo, lo hace responsable directo, ante Dios y ante la Historia, por lo que pueda acontecer en Honduras.
De hecho, interviniendo de esa manera en los asuntos internos de Honduras, la diplomacia de Itamarati pasa a asumir la culpa directa por las consecuencias de su decisión de usar su embajada para hospedar al presidente depuesto y crear un “gobierno paralelo”; responsable, inclusive, por hechos de violencia y hasta de sangre que puedan ocurrir.
El depuesto presidente Zelaya se ha dedicado a usar el recinto diplomático para arengar a sus seguidores, contribuyendo a crear en el país una situación explosiva. El propio presidente brasileño, tal vez percibiendo de qué manera ha sido colocado en el ojo de un huracán por su propia cancillería, pidió a Zelaya, desde Nueva York, donde asistió a la inauguración de la Asamblea General de la ONU, que moderase su lenguaje. Y también exigió el respeto de la extraterritorialidad de su sede diplomática en Honduras, en el mismo momento en que Itamarati viola de esa manera elementales normas internacionales.
Con mayor énfasis aún que el colocado para insistir sobre el levantamiento del “embargo” al régimen comunista de Cuba, la cancillería brasileña monta un históricamente inédito “embargo” contra el pueblo hondureño que no desea caer en el abismo chavista. En momentos en que escribo estas líneas, el presidente Lula ha propuesto una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, para tratar de una delicada situacion que su propia diplomacia, tan poco diplomáticamente, ha contribuido decisivamente a crear. Solamente falta que la representante del Brasil en la ONU pida una intervención militar en Honduras.
Como advirtió desde las páginas del influyente O Estado de S. Paulo el analista político brasileño Roberto Lameirinhas, la vuelta de Zelaya, rodeado de un “show mediático”, en realidad va a “ampliar la fractura social hondureña” y los que apostaron en el retorno del depuesto presidente “parecen apostar en una popularidad que en realidad no tiene”, así como en una supuesta “disposición revolucionaria” de la población hondureña que no existe.
Sin duda, la cuenta de pérdidas humanas, sociales y económicas la está pagando el pueblo hondureño, sujeto a una incomprensión internacional tal vez inédita en la Historia. Pero la cuenta política, ante Dios y ante la Historia, en el caso de que Honduras sea brutalmente arrastrada al abismo chavista, será el propio gobierno brasileño, su actual presidente y su diplomacia los que tendrán que pagarla en buena medida.
Si hoy, en América del Norte, el kerenskismo favorecedor de las izquierdas está representado por el presidente Obama, tal como mostré en reciente artículo publicado en El Heraldo, de Honduras, en América del Sur, el kerenskismo talvez esté encarnado prototípicamente en el presidente Lula, del Brasil, a quien Obama, durante la Cumbre de las Américas, calificó como su “campeón”.
Si Cuba comunista sobrevive hasta hoy, en buena medida ello se debe, tal vez más aún que al apoyo de Chávez, al colosal sustento político, diplomático y económico del kerenskismo lulista.
Si Chávez llegó hasta donde ha llegado, es porque en buena medida el kerenskismo lulista, siempre alegando moderación, espíritu de diálogo y necesidad de contemporización, le dio su anuencia y lo apoyó públicamente en los momentos de más dificultad interna, contribuyendo a desmoralizar a la oposición venezolana.
Si los gobiernos populistas-indigenistas de Bolivia y Ecuador están efectuando las tropelías actuales, contribuyendo a la autodemolición social, política y moral de ambos países, ello también se debe al kerenskismo lulista que les ha proporcionado un respaldo decisivo, en materia política y económica.
Si las presiones internacionales contra Honduras han llegado al punto al que llegaron, ello se debe a las articulaciones del neoimperialismo kerenskiano lulista, que por detrás de las bambalinas, y hasta por delante de ellas, sin el menor pudor, se ha dedicado a a presionar al gobierno estadounidense para asfixiar a esa pequeña gran nación que los partidarios de la libertad en el mundo entero califican justamente como un pequeño gran David del siglo XXI.
El “moderado” presidente brasileño integra junto con el presidente Obama un “eje de la moderación” que objetivamente, e independientemente de las intenciones de sus protagonistas, está al servicio del “eje del mal” chavista y permite, con su espíritu concesivo, que el “eje del mal” avance.
Hace casi 7 años, el 8 de octubre de 2002, en el conocido programa televisivo del periodista Boris Casoy, el entonces candidato presidencial Lula da Silva me llamó de “embustero de Miami” (en portugués, “picareta”) porque yo había contribuido a denunciar en una serie de artículos, de una manera documentada e invariablemente respetuosa, el vergonzoso apoyo de Lula a Cuba comunista y su política en favor del “eje del mal” latinoamericano. En la ocasión, a falta de argumentos, Lula respondió con un exabrupto.
La política externa de Itamarati, durante los dos períodos del presidente Lula al frente del gobierno del Brasil, fue confirmando esas aprensiones. Hoy, con la precipitación de la aventura hondureña, la diplomacia brasileña no ha hecho sino confirmar esas aprensiones.
Es la hora de proclamar las verdades que duelen a los Goliats contemporáneos, en alta voz, claramente, argumentando y dando pruebas irrefutables, todo ello hecho de una manera invariablemente educada y respetuosa. He usado palabras sin lugar a dudas fuertes, pero pienso que ellas son proporcionadas a la gravedad de la situación, y han sido invariablemente respetuosas.
En recientes declaraciones al Washington Post, el embajador Jeffrey Davidow, alto asesor del presidente Obama, reconoció que en la América Latina de hoy un peligro mayor que el militarismo es el populismo de tipo chavista. El embajador Davidoff dijo una media verdad. De hecho, bajo varios puntos de vista, el mayor peligro es el “kerenskismo”, que prepara el camino para el populismo, el indigenismo y otros “ismos” posmodernos que están tomando el lugar del comunismo clásico.
La heroica resistencia del pueblo hondureño negándose a ponerse el “uniforme” zelayista-chavista, a pesar de las brutales presiones de dirigentes internacionales, me recuerda la epopeya de un puñado de presos políticos cubanos que, pese a brutales golpizas y torturas, se negó durante años a vestirse con el “uniforme” de presos comunes. El tirano Castro no pudo doblegarlos, y pasaron a la Historia como los “presos plantados”.
Que la Divina Providencia proteja a Honduras “plantada”, que se niega a ponerse el “uniforme” chavista y le continúe dando fuerzas e inspiración para resistir, de la misma manera como David resistió y se defendió contra Goliat.
Publicado el 25 de septiembre del 2009
Por Armando Valladares
El Palacio de Itamarati, la cancillería brasileña otrora reconocida por su habilidad, tacto e inteligencia, contribuyendo a crear un inédito “gobierno paralelo” prochavista en su embajada en Tegucigalpa, empujó al “moderado” presidente Lula al ojo de un imprevisible huracán, lo cual, ante Dios y ante la Historia, lo hace responsable directo por lo que pueda acontecer en Honduras.
El Palacio de Itamarati, la cancillería del “moderado” presidente del Brasil, Sr. Lula da Silva, al autorizar el ingreso a su embajada en Tegucigalpa del depuesto presidente prochavista Zelaya como “huesped”, y no como “asilado”, se involucró en los asuntos internos de Honduras de la manera más brutal y menos diplomática posible. Contribuyó de esa manera a crear en Honduras un inédito “gobierno paralelo” prochavista, bajo el amparo de la extraterritorialidad.
Tal como advierten analistas brasileños, la diplomacia de Itamarati, otrora reconocida por su habilidad, tacto e inteligencia, acaba de empujar a Lula, tal vez inadvertidamente, al ojo de un imprevisible huracán que puede afectar el perfil de “moderación”, “conciliación”, “diálogo” y “espíritu democrático” que ha estado esgrimiendo en los últimos años. Y, sobre todo, lo hace responsable directo, ante Dios y ante la Historia, por lo que pueda acontecer en Honduras.
De hecho, interviniendo de esa manera en los asuntos internos de Honduras, la diplomacia de Itamarati pasa a asumir la culpa directa por las consecuencias de su decisión de usar su embajada para hospedar al presidente depuesto y crear un “gobierno paralelo”; responsable, inclusive, por hechos de violencia y hasta de sangre que puedan ocurrir.
El depuesto presidente Zelaya se ha dedicado a usar el recinto diplomático para arengar a sus seguidores, contribuyendo a crear en el país una situación explosiva. El propio presidente brasileño, tal vez percibiendo de qué manera ha sido colocado en el ojo de un huracán por su propia cancillería, pidió a Zelaya, desde Nueva York, donde asistió a la inauguración de la Asamblea General de la ONU, que moderase su lenguaje. Y también exigió el respeto de la extraterritorialidad de su sede diplomática en Honduras, en el mismo momento en que Itamarati viola de esa manera elementales normas internacionales.
Con mayor énfasis aún que el colocado para insistir sobre el levantamiento del “embargo” al régimen comunista de Cuba, la cancillería brasileña monta un históricamente inédito “embargo” contra el pueblo hondureño que no desea caer en el abismo chavista. En momentos en que escribo estas líneas, el presidente Lula ha propuesto una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, para tratar de una delicada situacion que su propia diplomacia, tan poco diplomáticamente, ha contribuido decisivamente a crear. Solamente falta que la representante del Brasil en la ONU pida una intervención militar en Honduras.
Como advirtió desde las páginas del influyente O Estado de S. Paulo el analista político brasileño Roberto Lameirinhas, la vuelta de Zelaya, rodeado de un “show mediático”, en realidad va a “ampliar la fractura social hondureña” y los que apostaron en el retorno del depuesto presidente “parecen apostar en una popularidad que en realidad no tiene”, así como en una supuesta “disposición revolucionaria” de la población hondureña que no existe.
Sin duda, la cuenta de pérdidas humanas, sociales y económicas la está pagando el pueblo hondureño, sujeto a una incomprensión internacional tal vez inédita en la Historia. Pero la cuenta política, ante Dios y ante la Historia, en el caso de que Honduras sea brutalmente arrastrada al abismo chavista, será el propio gobierno brasileño, su actual presidente y su diplomacia los que tendrán que pagarla en buena medida.
Si hoy, en América del Norte, el kerenskismo favorecedor de las izquierdas está representado por el presidente Obama, tal como mostré en reciente artículo publicado en El Heraldo, de Honduras, en América del Sur, el kerenskismo talvez esté encarnado prototípicamente en el presidente Lula, del Brasil, a quien Obama, durante la Cumbre de las Américas, calificó como su “campeón”.
Si Cuba comunista sobrevive hasta hoy, en buena medida ello se debe, tal vez más aún que al apoyo de Chávez, al colosal sustento político, diplomático y económico del kerenskismo lulista.
Si Chávez llegó hasta donde ha llegado, es porque en buena medida el kerenskismo lulista, siempre alegando moderación, espíritu de diálogo y necesidad de contemporización, le dio su anuencia y lo apoyó públicamente en los momentos de más dificultad interna, contribuyendo a desmoralizar a la oposición venezolana.
Si los gobiernos populistas-indigenistas de Bolivia y Ecuador están efectuando las tropelías actuales, contribuyendo a la autodemolición social, política y moral de ambos países, ello también se debe al kerenskismo lulista que les ha proporcionado un respaldo decisivo, en materia política y económica.
Si las presiones internacionales contra Honduras han llegado al punto al que llegaron, ello se debe a las articulaciones del neoimperialismo kerenskiano lulista, que por detrás de las bambalinas, y hasta por delante de ellas, sin el menor pudor, se ha dedicado a a presionar al gobierno estadounidense para asfixiar a esa pequeña gran nación que los partidarios de la libertad en el mundo entero califican justamente como un pequeño gran David del siglo XXI.
El “moderado” presidente brasileño integra junto con el presidente Obama un “eje de la moderación” que objetivamente, e independientemente de las intenciones de sus protagonistas, está al servicio del “eje del mal” chavista y permite, con su espíritu concesivo, que el “eje del mal” avance.
Hace casi 7 años, el 8 de octubre de 2002, en el conocido programa televisivo del periodista Boris Casoy, el entonces candidato presidencial Lula da Silva me llamó de “embustero de Miami” (en portugués, “picareta”) porque yo había contribuido a denunciar en una serie de artículos, de una manera documentada e invariablemente respetuosa, el vergonzoso apoyo de Lula a Cuba comunista y su política en favor del “eje del mal” latinoamericano. En la ocasión, a falta de argumentos, Lula respondió con un exabrupto.
La política externa de Itamarati, durante los dos períodos del presidente Lula al frente del gobierno del Brasil, fue confirmando esas aprensiones. Hoy, con la precipitación de la aventura hondureña, la diplomacia brasileña no ha hecho sino confirmar esas aprensiones.
Es la hora de proclamar las verdades que duelen a los Goliats contemporáneos, en alta voz, claramente, argumentando y dando pruebas irrefutables, todo ello hecho de una manera invariablemente educada y respetuosa. He usado palabras sin lugar a dudas fuertes, pero pienso que ellas son proporcionadas a la gravedad de la situación, y han sido invariablemente respetuosas.
En recientes declaraciones al Washington Post, el embajador Jeffrey Davidow, alto asesor del presidente Obama, reconoció que en la América Latina de hoy un peligro mayor que el militarismo es el populismo de tipo chavista. El embajador Davidoff dijo una media verdad. De hecho, bajo varios puntos de vista, el mayor peligro es el “kerenskismo”, que prepara el camino para el populismo, el indigenismo y otros “ismos” posmodernos que están tomando el lugar del comunismo clásico.
La heroica resistencia del pueblo hondureño negándose a ponerse el “uniforme” zelayista-chavista, a pesar de las brutales presiones de dirigentes internacionales, me recuerda la epopeya de un puñado de presos políticos cubanos que, pese a brutales golpizas y torturas, se negó durante años a vestirse con el “uniforme” de presos comunes. El tirano Castro no pudo doblegarlos, y pasaron a la Historia como los “presos plantados”.
Que la Divina Providencia proteja a Honduras “plantada”, que se niega a ponerse el “uniforme” chavista y le continúe dando fuerzas e inspiración para resistir, de la misma manera como David resistió y se defendió contra Goliat.
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