sábado, 11 de abril de 2009

PLAN DE TRABAJOS FORZADOS:

ISLA DE PINOS


I


Y llegaron con fusiles de odio

un día gris de bayonetas.

Entraron dando culatazos

abrían como amapolas las carnes rojas.

Machacaron los cráneos.

A Ernesto* lo asesinaron

con bayonetas y a patadas

su cuerpo rodó por el silencio

de su boca ya nada

la sangre hecha pétalos

de rosas oscuras

salía a borbotones inauditos.

La cabeza era un amasijo – grito

de cabellos y huesos pegajosos

lo arrastraron por las piernas

bajo la escaleras rítmicamente

cráneo

a

cráneo

y a patadas volvieron a golpearlo

a patadas.

Nuestra impotencia les excitaba

pisoteaban la vida y los quejidos.

Se fueron mientras la sangre anochecía.

Al amanecer volvieron

cuando las palmas despertaban

el odio reforzado y fresco.

Nos dividieron en cuadrillas

vigilaba con su avidez de carne

la alambrada.

Fuimos obligados a subir

-a culatazos siempre-

a los camiones rusos que esperaban.

Enfermos

descalzos y agotados:

así comenzó el trabajo esclavo

para los presos políticos cubanos.



II


Más allá de la alambradas

junto a los pinos verdes y profundos

desembocaban las aguas albañales.

Era una zanja espesa

incapaz de reflejar el cielo

negra de excrementos.

Allá nos empujaban

-a culatazos siempre-

allí nos sumergían

entre borbotones de mierda

y tragábamos hasta la asfixia

el agua viscosa fétida y amarga…

Desde las orillas

nos golpeaban con palos

o apedreaban…

los pinos callaban silenciosos.



III


Se desplomaba el Sol y terminaban

doce horas de trabajo obligatorio

con sudor

bayonetas y patadas.

Pasaba el cielo azul

a lo largo de la montaña quieta

sobre una leyenda verde oro

de pinos y piratas…

Isla de Pinos

Siberia de América.

Nuestra sangre abonó los toronjales

por eso algunas toronjas son rosadas.

Los presos políticos cubanos

en un fila de silencio larga.

Soplaba negro el viento de la tarde.

Un cordón de odio comunista

con fusiles y muerte vigilaba.

Voló su sombrero estremecido

el** Salió dos pasos a buscarlo

cuando un chorro

de balas luminosas

atravesó su espalda

Se desplomo con el Sol

como si la tierra lo esperara.

Callaron los pájaros sus trinos

su sangre abono los toronjales

por eso algunas toronjas son rosadas.



IV


Las ciénagas se tragaban los pulmones

las fiebres doblaban las rodillas

las manos destrozadas

y el golpe constante o el bayonetazo

en las espaldas.

Nos obligan

-a culatazos siempre-

a desnudarnos y a trabajar así

para que nos devoraran

los mosquitos.

A veces

la sangre tibia

de las heridas

formaba pegotes en el pelo

en los hombros

en los muslos

y los mosquitos

se lanzaban codiciosos

como moscas a la miel.

Allí enloquecieron Alberto,

José Ernesto, Pedro y otros…



V


Cada amanecer salían

las cuadrillas de esclavos cabizbajos:

Yo era uno de ellos

con el mismo terror cotidiano.

Regresar vivo y sin ser golpeados

era el sueño único

que vagaba en todos.

El incesante transcurrir de horas

nos hacía sentir cerca

la salvación del día.

Los minutos dilatados y lentos

caían como gotas de sangre.

Un día más… uno menos…

una tortura concluida

y otra que comenzaba.

Plagas

golpes

piernas destrozadas

por las fauces de los perros.

Abiertas en tajadas rojas las carnes

por las bayonetas

o en flores oscuras por las balas.

El sudor y el cansancio enfermo

y la púrpura viscosidad de miel

de la sangre moribunda.



VI


Nos formaban en filas

-a culatazos siempre-

frente a los potreros abandonados.

Había que limpiarlos

arrancar las hierbas malas

y los espinos

con las manos desnudas.

Como plaga de langostas agonizantes

íbamos avanzando

entre golpes y quejidos

las manos sanguinolentas

llenas de fiebre

anochecidas de aliento

agotadas…

exangües…



* Ernesto Díaz Madruga, asesinado en el Edificio 5 de la Prisión de Isla de Pinos, el 9 de agosto de 1964. Fue el primero asesinado del Plan de Trabajos forzados.

** Diosdado Aquit Manrique. Fue asesinado como relata el autor en los campos de trabajo, el 17 de diciembre de 1966.



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