domingo, 5 de febrero de 2012

Cuba - Brasil: Yoaní, compasión y pilatos

Armando Valladares responde a Dilma Rousseff viaje a La Habana

Este artículo puede difundirse y publicarse por cualquier medio, libremente, especialmente en el Brasil. Si fuera posible, comunique su publicación y/o su valiosa opinión a armandovalladares2013@gmail.com Agradezco enormemente a los millares de blogueros y twitteros cubanos y del mundo entero que están difundiendo en Internet mis artículos, contribuyendo decisivamente a traspasar las murallas de censura y de silencio

Desde el punto de vista de los derechos humanos, el viaje a Cuba de la presidenta del Brasil, Sra. Dilma Rousseff, constituyó un desastre inimaginable para el pueblo cubano y para sus esperanzas de libertad.

En ese sentido, el referido viaje presidencial podrá ser inscrito en el libro negro de las vergüenzas de nuestro tiempo y de nuestro continente. Con su silencio total sobre la violación sistemática de los derechos de Dios y de los hombres en la isla-cárcel desde hace más de cincuenta años, la presidenta de la mayor potencia de América Latina y una de las mayores potencias del mundo dio implícitamente luz verde para que el régimen continúe persiguiendo impunemente a los opositores, matándolos de sed en las prisiones, reprimiendo a las Damas de Blanco y manteniendo prisioneros, sin poder salir y entrar libremente, a 11 millones de cubanos.

También en ese sentido, la Sra. Rousseff, una ex guerrillera que nunca se arrepintió públicamente de su pasado, se transformó, a partir de su reciente viaje a La Habana, en corresponsable por los atropellos y crímenes que cometa en adelante el régimen comunista, alentado en sus salvajerías por tan gigantesco aval recibido.

Pocos días antes de la llegada de la presidenta Rousseff a la isla-cárcel, el régimen comunista había dejado morir de sed y de falta de atención médica al joven opositor Wilman Villar Mendoza, de 31 años, padre de las niñas Geormaris y Wilmari, de 7 y 5 años. Fue una muerte cruel que su esposa, Maritza Pelegrino, miembro de las Damas de Blanco, que en estos momentos está siendo cobardemente perseguida y hostilizada por la policía política cubana, calificó sin ambigüedades como un “asesinato”.

En 2010, su antecesor en el cargo, el Sr. Lula da Silva, al llegar a La Habana se había deparado con la muerte, también por sed y por falta de asistencia médica, de otro preso político, Orlando Zapata Tamayo. Lula lo calificó como un "simple delincuente", provocando consternación en el pueblo brasileño, en el pueblo cubano y en los defensores de la libertad en el mundo entero.

Dilma Rousseff, en cambio, simplemente ignoró la muerte de Wilman, como si nada hubiera pasado. Y las fotos oficiales difundidas por la Presidencia del Brasil la muestran con sonrisas generosas y susurros al oído del dictador Raúl Castro, tapándose la boca para que nadie le pudiera leer los labios. Una de las afirmaciones que pudieron oírse, según el sitio web Globo.com, fue la de que se entrevistaría “con mucho orgullo” con el sanguinario Fidel Castro.

Foto: Yoaní Sánchez
Algunos pensaban que el actual dictador Raúl Castro retribuiría tan abundante apoyo de la presidenta brasileña otorgando la visa de salida a la joven bloguera Yoaní Sánchez, para visitar el Brasil en febrero. Con ello, ayudaría a lavar un poco el rostro de la Sra. Rousseff, señalizando al menos un resultado humanitario concreto a cambio de tantas gentilezas y sonrisas presidenciales a los carceleros de Cuba. Aunque fuera una contrapartida efímera, serviría publicitariamente para atenuar el bochorno de su conducta complaciente en La Habana.

Los que así pensaron y esperaron, se engañaron.

El dictador Raúl Castro retribuyó con una bofetada a todas las generosas dádivas de la presidenta Rousseff, negando la visa a la joven periodista Yoaní sin molestarse en dar explicaciones. Y colocó así en la picota a la mandataria brasileña, dejándola a merced de justificadas críticas que se levantan en su país.

Escribo este artículo pensando en el noble pueblo brasileño, que se destaca en el mundo entero, entre tantos atributos, por su espíritu de compasión cristiana.

Jamás los cubanos podremos olvidar, con enorme gratitud, que hace 10 años ese generoso pueblo brasileño tomó como propia la causa de dos niñas cubanas, Sandra Becerra Jova y Anabel Soneira Antigua, secuestradas por el régimen de La Habana, que no permitía la salida de ambas para reunirse con sus padres, profesionales cubanos que habían optado por residir en el Brasil, un país de libertad. El drama familiar de esas dos niñas conmovió de tal manera al pueblo brasileño, y sensibilizó de tal manera a los medios de comunicación, que el régimen cubano tuvo que autorizar la salida de ambas para reunirse con sus padres en el Brasil. Fue un hecho tal vez inédito; y los brasileños lo consiguieron, con esa peculiar, única e intraducible manera de solucionar los problemas con creatividad, llamada “jeitinho”.


Foto: Vicente Becerra y Zaida Jova, padres de Sandra Becerra Jova (foto en el cuadro) / Miguel Soneira y Leticia Antigua, padres de Anabel Soneira Antigua (foto en el cuadro)


Diez años después, quién sabe si ese mismo pueblo brasileño pudiera de alguna forma exteriorizar nuevamente sus sentimientos de solidaridad con el hermano pueblo cubano, que gime en una isla-cárcel desde hace 50 años, y que ha quedado tremendamente angustiado por el espaldarazo de la presidenta brasileña a sus carceleros, de manera que la joven Yoaní pueda visitar cuanto antes el Brasil. Y, si así lo desea, que ella esté en condiciones de permanecer en Brasil el tiempo que sea necesario, sin ver coartado su derecho de opinión. Podrá titilar entonces una luz de esperanza en los corazones de 11 millones de cubanos prisioneros, incluyendo a tantas y tantas Yoanís, Sandras y Anabeles.

Según versión recibida de Cuba por mi compañero de presidio y hoy brillante periodista, Carlos Alberto Montaner, Geormaris y Wilmari, las dos hijitas del preso político asesinado pocos días antes de la llegada de la presidenta Dilma, no entienden lo que ha pasado con su querido papi. Como la familia tiene influencia cristiana, la madre les ha explicado que el papi se ha ido al Cielo. “¿Y dónde está el Cielo, mami?”, preguntaron. “Muy lejos de Cuba. Muy lejos”, les respondió la joven viuda.

Es a los artífices, propulsores y mantenedores del Infierno cubano, tan, pero tan lejos del Cielo, a quienes favorece en primer lugar el silencio de la presidenta Dilma, un silencio propio del espíritu de Poncio Pilatos.

Hace unos años, el entonces presidente Lula, en una entrevista con el periodista Boris Casoy, me acusó de “picareta” (embustero) porque escribí que él estaba dando su apoyo al “eje del mal” castrista. Hoy, la presidenta Dilma, objetivamente, por acción u omisión, pasó a liderar en el continente un “eje del silencio” sin el cual el “eje del mal” que asfixia a mi querida Patria cubana no podría sobrevivir. Señalo una vez más que considero a la presidente Dilma corresponsable por lo que pase en materia de violación de derechos con 11 millones de mis hermanos que gimen en la isla-cárcel, a partir de su viaje a La Habana.

Espero que sean respetados los derechos humanos y las libertades de todos aquellos blogueros y twitteros que suelen publicar y difundir mis artículos en esa noble Tierra de la Santa Cruz.

Sobre la próxima visita de SS. Benedicto XVI a Cuba acabo de escribir dos artículos, que pueden ser localizados en Internet: “El viaje de Benedicto XVI a Cuba: esperanzas y preocupaciones”y “Wilman Villar, infierno cubano y silencio vaticano”.

Cuba: Wilman Villar, infierno cubano

Armando Valladares


A dos meses del viaje de S.S. Benedicto XVI a la isla-cárcel de Cuba, y 24 horas antes de la llegada de una delegación vaticana de alto nivel para ultimar detalles de la visita papal, a la manera de una macabra carcajada el régimen dejaba morir al joven preso político cubano Wilman Villar Mendoza, padre de las niñas Geormaris y Wilmari, de 7 y 5 años. Una muerte cruel que su esposa, Maritza Pelegrino, no dudó en calificar como un “asesinato”.

 

Wilman había sido condenado a prisión el 24 de noviembre de 2011 y en un acto de desesperación decidió protestar delante del mundo con lo único que creyó tener a mano contra su injusta condena y, sobre todo, contra la situación de esclavitud en que yace su querido pueblo cubano. Comenzó así una huelga de hambre, que no tenía como objetivo atentar contra su propia vida, sino de usarla, colocándola en serio riesgo, como el único medio de protesta que consiguió vislumbrar en el fondo de las mazmorras castristas. A toda costa, con promesas mentirosas de liberación, intentaron hacer que renegase de sus ideas en favor de una Cuba libre, digna y próspera.

 

Lo aislaron desnudo en una húmeda y fría celda de castigo, donde contrajo neumonía. Le negaron la debida atención médica y le cortaron contra su voluntad la ingestión de agua, como ya habían hecho en 1972 con el también preso político y dirigente estudiantil Pedro Luis Boitel, por órdenes del propio Fidel Castro, así como recientemente hicieron en 2010 con Orlando Zapata Tamayo. Percibiendo los verdugos que no podían quebrar la resistencia de Wilman, el régimen castrista no solamente lo dejó morir sino que aceleró su muerte con la falta de atención médica adecuada, como lo hizo con Boitel y Orlando, y como el año pasado dejó morir en un hospital a Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco.

 

En Cuba, las Damas de Blanco, a las cuales pertenece la viuda de Wilman, y figuras opositoras de la estatura de Martha Beatriz Roque Cabello, fueron las primeras en denunciar al mundo la arbitraria prisión de Wilman, el 24 de noviembre.

 

Fueron también las primeras en condenar la actitud criminal del régimen comunista, consumada el 19 de enero. En esto, se vieron secundadas por los gobiernos de España, Estados Unidos y Chile; y respaldadas por una emocionante solidaridad de cubanos de la isla, de desterrados y de amantes de la dignidad humana, de la libertad y del derecho en el mundo entero.

 

En sentido contrario, los silencios más clamorosos, que me conste, han sido los de la Secretaría de Estado de la Santa Sede; del Cardenal de La Habana, Jaime Lucas Ortega y Alamino; y de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

 

El desesperado caso del joven Wilman era de público conocimiento desde hacía casi dos meses. Dos meses es mucho tiempo para aquellos Pastores que debían hablar; interceder por su libertad; darle asistencia espiritual en la cárcel, inclusive para advertir con caridad que la Iglesia se opone a las huelgas de hambre, así como presentar los motivos para esa oposición; exigir una asistencia médica adecuada; y dejar claro a los carceleros que ya no podían actuar impunemente; pero hasta hoy, que me conste, permanecieron en un inexplicable silencio.

 

¿Será que no conocen o son indiferentes al oprobio e injusticia de que son víctimas los presos políticos en Cuba? ¿Será que no saben o son indiferentes a la violación institucionalizada de todos y de cada uno de los Mandamientos de la Ley de Dios allí imperante? ¿No oyen estos gritos de desesperación y de angustia que brotan de las cárceles cubanas? ¿Nada les dice todo lo anterior, no les sugiere otra actitud fuera de este pesado silencio?

 

A través de conocidos motores de búsqueda de Internet, intenté localizar, de parte de alguna autoridad eclesiástica vaticana o cubana, siquiera una declaración de consuelo cristiano para la familia del preso político; o la eventual narración de tratativas ante los carceleros; o una oración pidiendo misericordia divina para Wilman, así como una palabra de aliento para el esclavizado pueblo cubano. Pero nada encontré hasta este momento. También infructuosamente, intenté hallar al menos una referencia noticiosa a la muerte Wilman en el Osservatore Romano, en la Radio Vaticano, en las dos mayores agencias católicas, Zenit y ACI, en el sitio web de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, y en los sitios web Espacio Laical y Palabra Nueva, de la Arquidiócesis de La Habana.

 

Cuánto desearía ser desmentido por los hechos.

 

Ese silencio de Pastores llamados a dar la vida por sus ovejas, produce tanto o más sufrimiento el propio asesinato de un joven miembro del rebaño.

 

Silencio más pesado por el hecho de que ha sido clamorosa la insistencia pública de S.S. Benedicto XVI y de la Santa Sede alegando la defensa de los derechos de la persona humana.

 

Silencio enigmático y desconcertante de la diplomacia vaticana cuya raíz histórica parece estar, según destacados analistas, en el propio silencio del Concilio Vaticano II con relación al comunismo, lo cual hizo que los Lobos se sintieran en total libertad para diezmar al Rebaño, en Cuba, en los países del Este europeo, en Rusia, China, Vietnam, etc.

 

El régimen castrista, al parecer tan seguro de su impunidad, ni siquiera se tomó el trabajo de fusilar a Wilman, a Laura y a Orlando. Los dejó morir de una manera como no se deja morir siquiera a alimañas salvajes.

 

El desamparo en que han quedado su joven viuda y sus dos niñas enfermas, una de ellas epiléptica y la otra con serios problemas respiratorios, constituye una de las imágenes más dilacerantes del actual drama del pueblo cubano. Según versión recibida de Cuba por mi compañero de presidio y hoy brillante periodista, Carlos Alberto Montaner, las dos niñas no entienden lo que ha pasado con su querido papi.

Como tienen influencia cristiana, la madre les ha explicado que se ha ido al Cielo. "¿Y dónde está el Cielo, mami?", preguntaron. "Muy lejos de Cuba. Muy lejos", les respondió la joven viuda.

 

Es a los artífices, propulsores y mantenedores del Infierno cubano, tan, pero tan lejos del Cielo, a quienes favorece en primer lugar el silencio vaticano.

 

Sobre el viaje papal a la isla-cárcel, el 1o. de enero de 2011 di a conocer el artículo "El viaje de Benedicto XVI a Cuba: esperanzas y preocupaciones", publicado por el Diario Las Américas, de Miami el 3 de enero de 2011, y difundido por centenas de blogs, sitios web y redes sociales de cubanos desterrados y defensores de la libertad en el mundo entero.

 

Armando Valladares, escritor, pintor y poeta. Pasó 22 años en las cárceles políticas de Cuba. Es autor del best-seller "Contra toda esperanza", donde narra el horror de las prisiones castristas. Fue embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU bajo las administraciones Reagan y Bush. Recibió la Medalla Presidencial del Ciudadano y el Superior Award del Departamento de Estado. Ha escrito numerosos artículos sobre la colaboración eclesiástica con el comunismo cubano y sobre la “ostpolitik” vaticana hacia Cuba.


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